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Entre el Campo Base y el Hogar

Actualizado: 17 jun 2020



Ningún practicante del montañismo desconoce el hecho de que las primeras mujeres que incursionaron en esta actividad enfrentaron resistencia y discriminación por parte de los hombres. Estos afirmaban, por un lado, que por sus características físicos no eran aptas para enfrentar el frío, la altitud, la fatiga y muchas otras exigencias del montañismo. Por otro, señalaban que el lugar y el rol de la mujer era incompatible con está afición.  


El primer punto, ha quedado más que descartado no solo por las mismas mujeres que han hecho y realizan ascensos y escaladas a todo nivel, sino por la ciencia médica. Y en cuanto al segundo, hemos avanzado como sociedad y desechado esas ideas obsoletas de que la mujer pertenece a un lugar y debe cumplir roles y patrones específicos. 

Un tercer argumento que se manejaba, y que es en el que quisiera ahondar aquí, era el relativo a los aspectos emocionales-mentales. 


En mi experiencia personal tanto como alpinista a título individual, como como guía, he encontrado de hecho que hay aspectos en que la mujer promedio lidia más adecuadamente con ciertos aspectos inherentes a la montaña.


Recuerdo una ocasión ya hace algunos años en que llevaba un grupo de 6 estadounidenses en un recorrido por las 3 montañas más altas de México. Entre ellos había un “marine” y una mujer que ella misma se auto nombraba ama de casa. Contra la expectativa que pudiera tener mucha gente, el desempeño de la mujer fue superior al del marine. Pensando en ello posterior a esa expedición de 10 días encontré 3 cuestiones que a mi parecer permitieron esto: 

  • Un mejor manejo del discomfort físico. En general he encontrado que es el caso de la mayoría de las mujeres. Cuando se va a altura, es inevitables experimentar síntomas como, dolor de cabeza, mareo, etc.  Por alguna razón las mujeres lo manejan mejor. 

  • Una disposición a reconocer que no es una experta y lo sabe todo y por lo mismo más abierta a seguir indicaciones de alguien con más experiencia y a aprender. 

  • No tenía la necesidad de cumplir con una imagen (de fortaleza, de invulnerabilidad) y eso la liberaba de mucha presión. Cualquier altura a la que consiguiera llegar era buena, era un logro en sí ya el hecho de haberse atrevido a participar en este viaje. Creo que a veces los hombres nos sentimos obligados a proyectar una imagen de que somos determinados, de que nada más que la cumbre es aceptable, y a veces eso es contraproducente. 



A lo largo de mi trayectoria he tenido un buen número de oportunidades de liderar grupos exclusivos de mujeres o en el que la mayoría lo eran. Un proyecto muy memorable fue el realizado con un grupo de 8 mujeres sobrevivientes de cáncer de mama en el que después de una preparación de 4 meses consiguieron alcanzar la cumbre del Pico de Orizaba. Una vez más se confirmaron los puntos anteriores en todas las participantes y también observé otros que permitieron que todas llegarán a la cima como el nivel de compromiso, disciplina, y humildad. No es que los hombres no lo tengan pero siento, que en general es más común esto en la mujer promedio. 


En cuanto a mujeres montañistas destacadas a nivel individual sobran ejemplos, pero uno en particular que quisiera destacar es el de Alison Hargreaves pues puso sobre la mesa un tema que aún hoy es controversial. El de una madre que práctica el alpinismo al nivel más alto de dificultad, riesgo y entrega.


Alison Hargreaves fue la primera mujer en escalar el Mt. Everest sin oxígeno suplementario y sin la ayuda adicional deporters, cocineros o cuerdas previamente fijadas durante su ascenso. Tan solo algunas semanas después, hizo cumbre en el K2, convirtiéndose en la primera mujer en escalar los dos picos más altos del planeta sin OS. La cumbre del Everest fue un triunfo que se le aplaudió mundialmente y era de tal magnitud que la gente parecía no darle importancia al hecho de “ser mamá”, pero al perder la vida en el K2 en el descenso de la cumbre a Hargreaves se le criticó fuertemente por dejar a sus hijos en casa mientras ella arriesgaba su vida en montañas de ocho mil metros.

En una entrevista conThe Guardian (2002), James Ballard, esposo de Alison, destacaba las fuertes críticas por haber “dejado” a sus hijos en casa, haciendo hincapié en la palabra “dejado” como si se tratara de un abandono. La probabilidad de morir en un ascenso sin asistencia alguna y específicamente en el K2 es de un radio de uno a cuatro, por ello es la segunda montaña que más vidas cobra, después del Annapurna; “ella sabía los riesgos de su profesión y yo también”, menciona James Ballard. 


Las ideas y constructos sociales respecto a la “profesiones permitidas” para las mujeres han marcado un camino muy claro respecto a la equidad de género y aunque sin dudas podremos encontrar diferencias físicas y fisiológicas que impliquen x o y resultados en el deporte, el hecho de que a una excelente atleta se le criticara por ser mamá abre un debate muy interesante. En la misma entrevista conThe Guardian, James hacía referencia a la infinidad de cartas que habían llegado a su casa expresando no solo condolencias por la muerte de Alison pero el referente que había sentado para muchas madres, quienes hoy en día se cuestionaban el no haber salido de casa o no haber hecho aquello que verdaderamente les apasionaba.


Héctor Ponce de León y María José Harispuru Ponce de León


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